Panorama epidemiológico
Las transformaciones que experimenta una sociedad tienen su traducción directa en el estado de salud y enfermedad de su población. En distintos momentos históricos, los miembros de una misma sociedad se enferman y mueren por causas distintas.
La disciplina que estudia los factores que determinan en cada momento histórico la frecuencia y distribución de las enfermedades en las poblaciones humanas se llama epidemiología. Su nombre deriva de la palabra epidemia, que en griego significa enfermedad que afecta a la población o enfermedad social. Para que una enfermedad sea considerada epidemia debe cumplir con tres criterios: un peso elevado en la tasa de mortalidad o morbilidad, graves repercusiones socioeconómicas, políticas y/o culturales; y un lugar destacado entre los problemas que preocupan a la opinión pública.
Durante siglos, las enfermedades transmisibles (ET), de carácter infecto-contagioso, fueron las principales causas de enfermedad y muerte en todo el mundo; entre ellas, epidemias como la peste, el cólera, la viruela, la tuberculosis, el paludismo, la malaria, la fiebre tifoidea, la difteria, la sífilis y, más recientemente, el VIH-SIDA. Desde mediados del siglo XX se está produciendo una transición epidemiológica, y cada vez tienen más peso las enfermedades no transmisibles (ENT), crónicas y no infecto-contagiosas, representadas por las nuevas epidemias globales: las enfermedades cardiovasculares, el cáncer, las enfermedades respiratorias crónicas y la diabetes. También han ganado peso las lesiones, que son consecuencia de los accidentes (de tráfico, en el hogar, en el trabajo), las intoxicaciones, los suicidios y la violencia en sus diversas formas (doméstica, urbana, guerras).
Las causas de esta transición epidemiológica son múltiples. Entre ellos, cabe mencionar el proceso de envejecimiento de la población en todas las regiones del mundo; los procesos migratorios, en especial los internos desde el campo a las ciudades, donde ya viven más de la mitad de la población mundial; y los cambios en los estilos de vida, especialmente la adopción de dietas poco saludables, la inactividad física; el consumo de tabaco, alcohol y otras drogas; el estrés psico-social; y otras conductas de riesgo, como mantener relaciones sexuales sin protección o conducir de forma temeraria.
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