Panorama epidemiológico

Mortalidad neonatal

Desde el mismo momento de la gestación, cuando se encuentran en el útero materno, los niños y las niñas son seres vulnerables y dependientes. La influencia de la madre en el feto es total desde las primeras semanas del embarazo, momento en el que se forman los órganos principales del bebé. Esta dependencia continúa durante toda la infancia, especialmente durante el primer año de vida, en el que los niños y las niñas desarrollan todos sus sistemas vitales; en especial, el sistema inmunológico (defensas) y el sensorial (la relación con las personas y el ambiente).

Los estímulos que los niños y las niñas reciben desde la gestación hasta los cinco años de vida determinan en gran parte el estado de salud que tendrán en el resto de su vida. Los niños y las niñas con una nutrición inadecuada en los primeros años de vida, que no son vacunados y no tienen un buen sostén social y/o familiar, serán adultos menos sanos, más susceptibles de enfermar y, por consiguiente, tendrán una menor capacidad de trabajo y desarrollo intelectual. Así, las malas condiciones de vida que padecen algunas sociedades no sólo condena a los niños y niñas que allí viven a ser vulnerables en el presente, sino que los convertirá con toda probabilidad en adultos vulnerables.

El índice de mortalidad neonatal expresa la cantidad de muertes de niños y niñas cada 1000 nacimientos durante las primeras cuatro semanas de vida, que representan una proporción importante de todas las muertes infantiles. Es un buen indicador del estado de salud y de la atención sanitaria que reciben las madres y los niños y niñas durante el período de gestación y en el parto. Como es evidente, las regiones y los países que tienen un menor desarrollo económico y destinan menos recursos a la atención sanitaria de la mujer durante el embarazo y el parto presentan las cifras más altas de mortalidad neonatal.


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